1.- La notable semejanza en los atributos y funciones de Apolo y Hermes (dioses pastoriles ambos, músicos, patrocinador, Apolo, de las empresas colonizadoras allende el mar, protector, Hermes, de los viajes por tierra, adivinos, frecuentadores de caminos (en Agamenón 1080 Esquilo pone en boca de Casandra: ¡Oh Apolo, Apolo! ¡Divinidad de los caminos (…)![1]), vinculados, Apolo, llamado Licio, al lobo[2], y Hermes, nombrado Candaules[3], al perro) nos sugiere la hipótesis de que el Himno homérico IV describa la escisión de las figuras del mago -Hermes- y el sacerdote -Apolo- cuyas funciones no se habrían diferenciado hasta entonces, de acuerdo con la síntesis histórica que traza J. G. Frazer del paso de una “edad de la magia” a una fase religiosa superior[4].
2.- En línea con lo señalado en el punto anterior, es posible establecer un paralelismo entre la tendencia evolutiva hacia el universalismo y la creciente espiritualización de la religión judía de que habla Freud en Moisés y la religión monoteísta[5], y la trayectoria que sigue la figura de Hermes una vez escindidas nítidamente magia y religión: la de un dios inspirador de ilustración[6].
3.- Alrededor del chotacabras[7] nos parece posible trazar una línea de parentesco cultural entre el Hermes griego, psicopompo, esto es, conductor de almas; las rawāmis[8] o ‘aves nocturnas’ de la Arabia preislámica, vinculadas a través de la raíz rms a ritos de enterramiento; el līlīt mesopotámico, hápax legómenon recogido en Isaías 34, 14, que algunos autores han identificado con dicha ave[9]; y el Bā egipcio, o fuerza vital que abandona al cuerpo en el momento de la muerte -concepto próximo, pues, al de psyché griego-, y una de cuyas representaciones iconográficas (como, por ejemplo, las mostradas en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas) es, inequívocamente, el chotacabras.
4.- La frecuente representación, con los pies alados, del dios Hermes bien podría ser trasunto del vuelo del chotacabras: un vuelo que, con harta frecuencia, levanta el ave desde el suelo mismo al sentir la presencia del desapercibido caminante; se trata de un vuelo que apenas toma altura, “silencioso, flotante y errático”[10], de intrincados giros y zigzags; un vuelo que, en la penumbra del ocaso -cuando, de hecho, inicia su partida de caza el chotacabras-, produce en el caminante una sensación fantasmagórica: la de intuir que hay algo que lo acecha sin poder adivinar exactamente qué es. No nos parece en absoluto descabellado que en este esquivo morador de los senderos se hubiera identificado el alma de aquellos que yacían, también al borde del camino, en sus sepulturas. Quizá en este punto de contacto se encuentra una explicación coherente al origen de Hermes psicopompo.
5.- Dicho esto, de ser cierta nuestra hipótesis, encontraríamos un nuevo punto de contacto[11] entre Hermes y Apolo en las aves con que ambos mantienen especial relación, curiosamente, por lo demás, aves de mal agüero en las tradiciones populares; a saber: el chotacabras y el cuervo[12], respectivamente.
6.- Encontramos una perfecta equivalencia entre la expresión árabe ḍaraba bi-l-ḥaṣà, ‘vaticinar’, literalmente ‘golpear con el guijarro’ -a que ya habíamos aludido en el trabajo que complementan estas notas- y la explicación inicial que se da del proverbio “Muchos son los echadores de trías, pero pocos los adivinos” (Zen. Par. V 75), en los siguientes términos: “Filócoro [328 fr. 195 J.] afirma que tres Ninfas llamadas Trías, que fueron nodrizas de Apolo, habitaban el Parnaso, y que por ellas se denominan “trías” los guijarros empleados en la adivinación y “adivinar” se dice “usar trías”[13]. Otros dicen que fue Atenea quien inventó la adivinación por medio de guijarros; como gozaba ésta de mejor fama que los oráculos délficos, Zeus, por complacer a Apolo, hizo engañosa la adivinación por medio de guijarros. Entonces, al acudir de nuevo los hombres a los oráculos délficos, la Pitia dijo “muchos son los echadores de trías, pero pocos los adivinos”[14].
7.- Encontramos en la lengua árabe un registro ideológico-lingüístico peyorativo de la actividad del pastoreo que abarca algunas de las funciones atribuidas a Hermes: así, en relación con el abigeato o robo de ganado -además de lo señalado en nuestro trabajo precedente sobre la raíz sbd-, de la raíz ḡnm, ḡanam: ‘ganado menor, en especial, ovejas’, ḡanim: ‘saquear’ y ḡunm, ḡanīm, ḡanīmah, maḡnam: ‘botín, presa’; en relación con la magia, de la raíz ḫrf, ḫarūf: ‘cordero’ y ḫurāfah: ‘superstición’; de la raíz swm, sā᾽imah: ‘ganado’, sā᾽im: ‘ganado que pace suelto’ y sīmiyā᾽: ‘magia blanca’; de la raíz dks, diyaksā᾽: ‘rebaño numeroso’ y dākis: ‘presagioso, de mal agüero’; sin salir del ámbito de la adivinación, de la raíz šym, šām con el valor de ‘escrutar’[15] (el cielo, los meteoros) y también ‘calcular’, y šāmah, ‘camella negra’[16], raíz que creemos emparentable con š᾽m, sobre la que se forma šu᾽m, ‘camellos negros’ y también ‘mal agüero’; siguiendo en el terreno de lo ominoso, de la raíz šwh, šāt, ‘oveja’, šāhiyy, ‘dueño de ovejas’, šāh, ‘echar mal de ojo’ y ᾽ašwah, ‘causante de mal de ojo’. Por su parte, la raíz swq, desprovista de sentido peyorativo, remite a un conjunto de campos semánticos que abarcan distintas funciones características de Hermes, a saber: sāq: ‘conducir, guiar; arrear’, tasawwaq: ‘mercadear’, sayyiqah: ‘ganado tomado como botín’ y masāq: ‘camino, derrotero’.
NOTA SOBRE TRANSCRIPCIÓN
Consonantes
᾽ : glotal oclusiva sorda.
b : bilabial oclusiva sonora.
t : dental oclusiva sorda.
ḥ : faringal fricativa sorda.
ḫ : postvelar fricativa sorda.
d : dental oclusiva sonora.
r : apico-alveolar líquida vibrante sonora.
s : alveolo-predorsal silbante sorda.
š : prepalatal chicheante sorda.
ṭ : dental oclusiva sorda velarizada.
ḡ : postvelar fricativa sonora.
q : uvulo-velar oclusiva sorda.
k : palato-velar oclusiva sorda.
l : lateral líquida sonora.
m : bilabial nasal sonora.
n : dental nasal sonora.
h : glotal fricativa sorda.
w: constrictiva labiovelar.
y : constrictiva prepalatal.
Vocales
a : vocal oral media abierta no labializada. Duración breve. Larga cuando se indica (ā).
i : vocal oral anterior cerrada no labializada. Duración breve. Larga cuando se indica (ī).
u : vocal oral posterior cerrada labializada. Duración breve. Larga cuando se indica (ū).
BIBLIOGRAFÍA
- Apolodoro. Biblioteca (Introducción de Javier Arce. Traducción y notas de Margarita Rodríguez de Sepúlveda). Madrid, ed. Gredos, 1985.
- Cantera Burgos, F.; Iglesias González, M.: Sagrada Biblia. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2003.
- Corriente Córdoba, F.: Diccionario árabe-español. Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1986.
- Corriente Córdoba, F.; Monferrer Sala, J. P.: Las diez Muʻallaqāt. Poesía y panorama de Arabia en vísperas del Islam. Madrid, ed. Hiperión, 2005.
- Driver, G.R.:
· “Birds in the Old Testament”, Palestine Exploration Quarterly LXXXVII. Londres, 1955, págs. 129-140.
· “Lilith”, Palestine Exploration Quarterly XCI. Londres, 1959, págs. 55-58.
- Epigramas Funerarios Griegos (Traducción, introducción y notas de M.ª Luisa del Barrio Vega). Madrid, ed. Gredos, 1992.
- Esquilo. Tragedias (Introducción de M. Fernández-Galiano. Traducción y notas de B. Perea Morales). Madrid, ed. Gredos, 1986.
- Frazer, J.G.: La Rama Dorada. Magia y Religión. Madrid, ed. Fondo de Cultura Económica, 1951.
- Freud, S.: Moisés y la religión monoteísta. Madrid, ed. Alianza Editorial, 2001.
- García Gual, C.: Introducción a la mitología griega. Madrid, ed. Alianza Editorial, 1999.
- Himnos Homéricos. La “Batracomiomaquia” (Introducción, traducción y notas de Alberto Bernabé Pajares). Madrid, ed. Gredos, 1978.
- Peterson, R.; Mountfort, G.; y Hollom, P.A.D.: Guía de campo de las aves de España y de Europa. Barcelona, ed. Omega, 1977.
- Proverbios griegos. Menandro Sentencias (Introducciones, traducción y notas de Rosa Mª Mariño Sánchez-Elvira y Fernando García Romero). Madrid, ed. Gredos, 1999.
- Sófocles. Fragmentos (Introducciones, traducciones y notas de José María Lucas de Dios). Madrid, ed. Gredos, 1983.
- Sófocles. Tragedias (Introducción de José S. Lasso de la Vega. Traducción y notas de Assela Alamillo). Madrid, ed. Gredos, 1981.
Túnez, a 3 de diciembre de 2009.
Luis Tejero González
[1] Esquilo. Tragedias (Introducción de M. Fernández-Galiano. Traducción y notas de B. Perea Morales). Madrid, ed. Gredos, 1986, pág. 415.
[2] De “dios matador de lobos” le califica Sófocles en Electra 7. Sófocles. Tragedias (Introducción de José S. Lasso de la Vega. Traducción y notas de Assela Alamillo). Madrid, ed. Gredos, 1981, pág. 377.
[3] Esto es, “ahorcaperros”.
[4] Frazer, J.G.: La Rama Dorada. Magia y Religión. Madrid, ed. Fondo de Cultura Económica, 1951, pág. 74 y sigs.
[5] Freud, S.: Moisés y la religión monoteísta. Madrid, ed. Alianza Editorial, 2001, págs. 59-60.
[6] “(…) la magia que en otros tiempos tenía un rango tan legítimo, es gradualmente relegada hasta llegar a quedar en un arte tenebroso: se la considera usurpación, a la vez presuntuosa e impía, de la soberanía de los dioses y como tal tropieza invariablemente con la oposición de los sacerdotes (…). En consecuencia, cuando en un período posterior aparece la distinción entre religión y superstición, encontramos que los recursos de la parte de la sociedad más pía y culta son el sacrificio y la oración, mientras que la magia es el refugio de supersticiosos e ignorantes. Pero cuando, todavía más tarde, el concepto de las fuerzas elementales como agentes personales cede el paso al reconocimiento de la ley natural, entonces, la magia, basada como está implícitamente en la idea de una consecuencia necesaria de causa a efecto, independiente de una voluntad personal, reaparece saliendo de la obscuridad y descrédito en que había caído y por la investigación del orden de sucesión causal en la naturaleza prepara directamente el camino a la ciencia”. Frazer, J.G.: La Rama Dorada. Magia y Religión. Madrid, ed. Fondo de Cultura Económica, 1951, págs. 122-123.
[7] El chotacabras gris (caprimulgus aeropaeus), el chotacabras egipcio (caprimulgus aegyptius) o el chotacabras nubio (caprimulgus nubicus).
[8] El término árabe rawāmis significa, además de ‘aves nocturnas’, ‘vientos que borran huellas’. Parece oportuno señalar en este punto que, entre otras, en el origen de la idea de ‘alma’ se vislumbran, a modo de fuentes materiales de inspiración, las realidades tangibles del viento y de las aves. Así, en árabe, de la raíz rwḥ, la forma verbal I, rāḥ, significa ‘ser ventoso’ (con nombre verbal rīḥ, ‘viento’), en tanto que rūḥ quiere decir ‘espíritu’. A su vez, la espiritualización de sí propio, si aceptamos la guía del árabe, se habría construido a partir del aliento humano: de la raíz nfs, nafas significa ‘respiración’, mientras que nafs es ‘alma’. En griego clásico ocurre otro tanto: pneûma, tiene como valor original ‘soplo’; a partir de los estoicos se generaliza su uso con el significado de ‘espíritu’, y lo encontramos con el triple valor de ‘soplo’, ‘viento’ y ‘Espíritu’ en el Evangelio de San Juan; por su parte, thymós, ‘alma, aliento vital’ se puede relacionar con thymiáō, ‘quemar incienso; producir humo’, thyélla, ‘viento huracanado’ y thýoma, ‘especia’. La misma relación encontramos también en los latinos animus y spīritus. En cuanto al vínculo entre el ave y la idea de ‘alma’ señalemos, a partir de la raíz árabe šršr, šuršūr: ‘pinzón’ y šarāšir: ‘alma’. Asimismo, ejemplos, en otras culturas, de la representación del alma como pájaro presto al vuelo se recogen en Frazer, J.G., La Rama Dorada. Magia y Religión. Madrid, ed. Fondo de Cultura Económica, 1951, pág. 219 y sigs.
[9] En su artículo “Lilith”, publicado en 1959, G. R. Driver interpreta el sustantivo hebreo līlīt como “chotacabras”. Dos son las vías que con mayor frecuencia se han señalado en relación a su etimología: por una parte -hipótesis defendida por Driver-, el término līlīt derivaría de una raíz lwy, lyy, lwly, lyly sobre la que, designando en su origen cualquier movimiento giratorio u objeto retorcido, se construye en todas las lenguas semíticas el término ‘noche’, entendido como ‘lo que envuelve a la Tierra’; y por otra, el término acadio lilū, lilītu que, identificado con un dáimon femenino del viento y la tormenta, sería préstamo, a su vez, del sumerio lil.lá, ‘viento tormentoso’. En ese sentido, resulta llamativo, en primer lugar, que el término árabe rawāmis cubra los dos campos semánticos de las dos soluciones propuestas como etimología de līlīt, a saber, la noche y el viento. En segundo lugar, sin entrar en suposiciones, hacemos constar a propósito del carácter femenino del dáimon acadio del viento que “(…) entre algunas tribus de Victoria [Australia], “(…). El gran chotacabras pertenece a las mujeres, y aunque sea una ave de mal agüero que alarma por la noche con su ulular, es protegido celosamente por las mujeres. Si un hombre mata a algún chotacabras, se ponen tan furiosas como si se tratase de alguno de sus hijos y le pegarán de firme con sus largos palos”” (Del capítulo “El alma externada en la costumbre popular”, Frazer, J.G.: La Rama Dorada. Magia y Religión. Madrid, ed. Fondo de Cultura Económica, 1951, pág. 771).
[10] Peterson, R.; Mountfort, G.; y Hollom, P.A.D.: Guía de campo de las aves de España y de Europa. Barcelona, ed. Omega, 1977, pág. 219.
[11] Especialmente relevante nos parece la atribución por Sófocles del tradicional epíteto de Hermes Argeiphóntes, “matador de Argos”, a Apolo, según se nos cuenta en Etymologicum Gudianum 185, 19 De Stefani. Sófocles. Fragmentos (Introducciones, traducciones y notas de José María Lucas de Dios). Madrid, ed. Gredos, 1983, págs. 428-429.
[12] Ya habíamos señalado en nuestro trabajo precedente que en árabe subad significa tanto ‘chotacabras’ como ‘mal agüero’; por su parte, ḡurābu-l-bayn, ‘cuervo de la discordia’ literalmente, es ‘pájaro de mal agüero’ mientras que ᾽arḍun lā yaṭīru ḡurābuhu, es ‘tierra fértil’, literalmente, “tierra que no sobrevuela el cuervo”.
[13] Dice Apolodoro en Biblioteca III 10, 2 “(…) además de esto Hermes quiso aprender la mántica, y así, después de entregar la flauta, fue instruido en el arte de adivinar por medio de piedrecillas (thriaí)”. Apolodoro. Biblioteca (Introducción de Javier Arce. Traducción y notas de Margarita Rodríguez de Sepúlveda). Madrid, ed. Gredos, 1985, pág. 168. Véase igualmente la introducción al Himno Homérico IV en Himnos Homéricos. La "Batracomiomaquia” (Introducción, traducción y notas de Alberto Bernabé Pajares). Madrid, ed. Gredos, 1978, pág. 149.
[14] Proverbios griegos. Menandro Sentencias (Introducciones, traducción y notas de Rosa Mª Mariño Sánchez-Elvira y Fernando García Romero). Madrid, ed. Gredos, 1999, pág. 205.
[15] Menciona Esquilo, Las Coéforas 585 y sigs., el carácter infausto de meteoros y estrellas fugaces, cuando, por boca del coro, dice: "Cría la tierra muchos terribles dolores causados por seres horrendos. El mar abarca con sus brazos multitud de bestias hostiles al hombre. Lo dañan también, en el espacio que hay entre ambos, las centellas que surcan el aire, las bestias aladas y las que caminan sobre el suelo. Y los vientos podrían narrar la ira de la tormenta.". Esquilo. Tragedias (Introducción de M. Fernández-Galiano. Traducción y notas de B. Perea Morales). Madrid, ed. Gredos, 1986, pág. 470.
[16] Se suele datar el comienzo de la domesticación del camello en la península arábiga alrededor del s. XI a. C.